LA INVASIÓN DE LOS GLOVO, DE LOS RAPPI Y DE LOS UBER EATS
A quién no le ha parecido una brillante iniciativa de negocio esta de los Glovo, de los Rappi o de los Uber Eats, que nos han permitido satisfacer antojos de comida a las horas más extrañas, con muchísimas opciones, sin tener que movernos de nuestras casas o inclusive de nuestras camas.
Estas iniciativas se han sumado a las de otras startups creadas previamente para servicio de transporte como Uber, Cabyfy, Taxi Beat, entre otras.
En mi experiencia, para el caso de transporte y por un tema de seguridad, que no está garantizado, no hay forma de que hoy pueda subirme a un vehículo que no sea de alguna de estas empresas, en las cuales el pago es a través de una tarjeta de crédito y generalmente, no siempre, estoy muy conforme con el servicio.
Lo mismo sucede con los servicios de despacho o recojo de mercadería. Utilizar los servicios de este tipo de empresas, a través de un App, es sumamente eficiente y nos ahorra muchísimo tiempo. Alguna vez olvidé un llavero y el haber utilizado estos servicios para que lo recojan del lugar donde lo había dejado y me lo lleven a mi casa fue simplemente espectacular y por un precio realmente módico
Reflexionando, tal vez mi cuestionamiento a este sistema viene a raíz del boom del reparto de comidas, que antes podía estar limitado a hamburguesas, sándwiches, pizzas, pollo a la brasa, chifa o comida japonesa.
Hoy vemos las calles de Lima invadidas por estas motos y algunas bicicletas que conducen de manera irresponsable, ignorando cualquier regla de tránsito, ante la vista y paciencia de una Policía de Tránsito inútil. Es un milagro que no se vean tantos accidentes por su imprudencia, o es que tal vez no son publicados por la prensa.
El modelo de estas startups es interesante, disruptivo sin duda, aunque no termino de digerirlo: Rappi por ejemplo, evita calificar a sus repartidores de trabajadores, son "personas independientes” que buscan “ingresos extra para hacer realidad sus proyectos personales y profesionales”. Su lema es “Sé tu propio jefe”, como lo manifestó a AFP una portavoz de esta empresa en Colombia.
Pero es innegable también que este modelo, esta “independencia”, esconde una precariedad laboral preocupante: No son empleados, no firman ningún tipo de contrato. No tienen beneficios como seguro de salud, seguro de pensiones u otro. No les dan casco, luces o indumentaria reflectante que mejore su seguridad y lo más preocupante, no investigan los antecedentes de sus repartidores.
De lo que he podido averiguar, estos repartidores, no se si en todas las empresas, tendrían un seguro que los cubre únicamente mientras realizan entregas y una póliza de responsabilidad frente a terceros.
Estadísticas de la ciudad de Buenos Aires, –aquí no deben existir–, arrojaron cifras preocupantes: un 77% de los trabajadores de estos servicios se traslada con mochila (en forma de caja) en la espalda, en vez de llevarla asegurada en la bicicleta, un 67% no usa casco y 70% no cuenta con seguro.
Según una de estas empresas, que cuenta con alrededor de 100,000 repartidores que circulan por la región, el perfil de estos trabajadores es de estudiantes, jóvenes profesionales, personas que buscan ingresos extra. Esto sería falso pues lo cierto es que la gran mayoría de ellos, desde Colombia hasta por lo menos Chile, son migrantes venezolanos.
El costo de ser repartidor para estos migrantes no es bajo, pues un inmigrante tiene que invertir en una bicicleta o motocicleta, en ropa adecuada, en un celular y en un plan de datos, además del costo de la mochila en la que transportan la comida.
El negocio para estos repartidores está en función del valor de la entrega de cada pedido, que dependerá de la distancia y otras variables, además de las propinas.
Una situación que también se está viendo es que ante la comodidad del reparto de comida casi desde cualquier restaurante, la afluencia a estos ha disminuído, y por lo tanto los ingresos de estos establecimientos, ya que es evidente que el ticket promedio de un servicio de reparto es bastante menor al de atención en mesa. A la larga esto puede provocar que los negocios de comida tengan que reducir sus áreas y cantidad de mesas.
Los gobiernos de Colombia y Chile han puesto este tema bajo la lupa y ya están explorando mecanismos para protegerlos frente a riesgos y accidentes, y luego extender la protección a los temas de salud y a las pensiones.
En Perú, aparentemente no se ha hecho nada a nivel del Poder Ejecutivo o del Poder Legislativo y ojalá no lo hagan, porque sin duda empeorarán la situación.
En Lima, a nivel de municipios, tampoco se ha visto mucho. Hace algunas semanas el cuestionado alcalde de Santiago de Surco, Jean Pierre Combe, ante los actos delincuenciales de algunos suplantadores o trabajadores de estas empresas pretendió expedir una ordenanza que prohibía el ingreso a los edificios de esto repartidores. Un tremendo absurdo puesto que la municipalidad no puede determinar quién entra o no a un edificio.
En Miraflores, la semana que pasó, el municipio hizo un operativo en el cual intervino a más de un centenar de motos que eran usadas para los servicios de reparto a domicilio y que se encontraban esperando las mochilas que sirven para trasladar los productos. Según se informó, una señorita repartía mochilas nuevas en sus bolsas a cualquier persona que se acercaba con una moto o bicicleta y ella las entregaba sin registro alguno y sin importarle el uso que le darían a estas mochilas. El gerente de Seguridad Ciudadana de Miraflores, señaló que la comuna trabaja contra el uso informal de motocicletas de reparto porque generan problemas en el tránsito vehicular y son utilizadas para cometer delitos y que evalúan emitir una norma para regular el uso de motos para este tipo de servicio. Señaló también que que la gran mayoría de motociclistas dedicados a este servicio es de nacionalidad extranjera.
Es un tema complejo con muchas aristas como son la libertad de empresa, la libertad de contratación, los derechos laborales y la seguridad, entre otros; temas que el mundo y menos los gobiernos, supieron anticipar. Ahí están Amazon, Uber, Airbnb y muchísimas otras más.
Mientras nos acostumbramos a esta invasión de motocicletas ruidosas con conductores salvajes y de dudosa reputación, yo les recomiendo que hagan el esfuerzo por salir de sus casas, que vayan a sus restaurantes favoritos, que se aireen, que miren gente. Y si eventualmente les provoca un antojo y no quieren salir, ante el peligro de seguridad que está representando este servicio, hagan su pedido directamente a su lugar de preferencia. Muchos de ellos lo tenían antes de la aparición de estas empresas: Antica, Pizza Hut, Bembos, Pardos Chicken, Burger King, Delicass, La Linterna, Papa John's y muchos otros más, que seguramente dan mejores condiciones de trabajo a sus colaboradores repartidores.
PD.- Me he cuidado mucho de no usar la palabra "Delivery" en este artículo. Recuerdo que hace algunos años, cuando vivía en Colombia, país muy respetuoso del idioma español, a mi ex esposa se le antojó un postre, por lo que llamó a algún establecimiento conocido y preguntó si tenían "delivery". La persona que la atendió por teléfono le respondió que no tenían "de livery" pero si tenían de fresa, de frambuesa y de cereza...
Pero es innegable también que este modelo, esta “independencia”, esconde una precariedad laboral preocupante: No son empleados, no firman ningún tipo de contrato. No tienen beneficios como seguro de salud, seguro de pensiones u otro. No les dan casco, luces o indumentaria reflectante que mejore su seguridad y lo más preocupante, no investigan los antecedentes de sus repartidores.
De lo que he podido averiguar, estos repartidores, no se si en todas las empresas, tendrían un seguro que los cubre únicamente mientras realizan entregas y una póliza de responsabilidad frente a terceros.
Estadísticas de la ciudad de Buenos Aires, –aquí no deben existir–, arrojaron cifras preocupantes: un 77% de los trabajadores de estos servicios se traslada con mochila (en forma de caja) en la espalda, en vez de llevarla asegurada en la bicicleta, un 67% no usa casco y 70% no cuenta con seguro.
Según una de estas empresas, que cuenta con alrededor de 100,000 repartidores que circulan por la región, el perfil de estos trabajadores es de estudiantes, jóvenes profesionales, personas que buscan ingresos extra. Esto sería falso pues lo cierto es que la gran mayoría de ellos, desde Colombia hasta por lo menos Chile, son migrantes venezolanos.
El costo de ser repartidor para estos migrantes no es bajo, pues un inmigrante tiene que invertir en una bicicleta o motocicleta, en ropa adecuada, en un celular y en un plan de datos, además del costo de la mochila en la que transportan la comida.
El negocio para estos repartidores está en función del valor de la entrega de cada pedido, que dependerá de la distancia y otras variables, además de las propinas.
Una situación que también se está viendo es que ante la comodidad del reparto de comida casi desde cualquier restaurante, la afluencia a estos ha disminuído, y por lo tanto los ingresos de estos establecimientos, ya que es evidente que el ticket promedio de un servicio de reparto es bastante menor al de atención en mesa. A la larga esto puede provocar que los negocios de comida tengan que reducir sus áreas y cantidad de mesas.
Los gobiernos de Colombia y Chile han puesto este tema bajo la lupa y ya están explorando mecanismos para protegerlos frente a riesgos y accidentes, y luego extender la protección a los temas de salud y a las pensiones.
En Perú, aparentemente no se ha hecho nada a nivel del Poder Ejecutivo o del Poder Legislativo y ojalá no lo hagan, porque sin duda empeorarán la situación.
En Lima, a nivel de municipios, tampoco se ha visto mucho. Hace algunas semanas el cuestionado alcalde de Santiago de Surco, Jean Pierre Combe, ante los actos delincuenciales de algunos suplantadores o trabajadores de estas empresas pretendió expedir una ordenanza que prohibía el ingreso a los edificios de esto repartidores. Un tremendo absurdo puesto que la municipalidad no puede determinar quién entra o no a un edificio.
En Miraflores, la semana que pasó, el municipio hizo un operativo en el cual intervino a más de un centenar de motos que eran usadas para los servicios de reparto a domicilio y que se encontraban esperando las mochilas que sirven para trasladar los productos. Según se informó, una señorita repartía mochilas nuevas en sus bolsas a cualquier persona que se acercaba con una moto o bicicleta y ella las entregaba sin registro alguno y sin importarle el uso que le darían a estas mochilas. El gerente de Seguridad Ciudadana de Miraflores, señaló que la comuna trabaja contra el uso informal de motocicletas de reparto porque generan problemas en el tránsito vehicular y son utilizadas para cometer delitos y que evalúan emitir una norma para regular el uso de motos para este tipo de servicio. Señaló también que que la gran mayoría de motociclistas dedicados a este servicio es de nacionalidad extranjera.
Es un tema complejo con muchas aristas como son la libertad de empresa, la libertad de contratación, los derechos laborales y la seguridad, entre otros; temas que el mundo y menos los gobiernos, supieron anticipar. Ahí están Amazon, Uber, Airbnb y muchísimas otras más.
Mientras nos acostumbramos a esta invasión de motocicletas ruidosas con conductores salvajes y de dudosa reputación, yo les recomiendo que hagan el esfuerzo por salir de sus casas, que vayan a sus restaurantes favoritos, que se aireen, que miren gente. Y si eventualmente les provoca un antojo y no quieren salir, ante el peligro de seguridad que está representando este servicio, hagan su pedido directamente a su lugar de preferencia. Muchos de ellos lo tenían antes de la aparición de estas empresas: Antica, Pizza Hut, Bembos, Pardos Chicken, Burger King, Delicass, La Linterna, Papa John's y muchos otros más, que seguramente dan mejores condiciones de trabajo a sus colaboradores repartidores.
PD.- Me he cuidado mucho de no usar la palabra "Delivery" en este artículo. Recuerdo que hace algunos años, cuando vivía en Colombia, país muy respetuoso del idioma español, a mi ex esposa se le antojó un postre, por lo que llamó a algún establecimiento conocido y preguntó si tenían "delivery". La persona que la atendió por teléfono le respondió que no tenían "de livery" pero si tenían de fresa, de frambuesa y de cereza...