LA CORRUPCIÓN Y EL LEGADO A NUESTROS HIJOS



El Perú, lamentablemente, es un país con una larga historia en la que, probablemente, la corrupción sea el denominador común a todos sus momentos.

Desde la época del incanato con su sencillo Ama Sua (No seas ladrón), Ama Llulla (No seas mentiroso) y Ama Quella (No seas ocioso), pasando por el virreynato, la era republicana, hasta nuestros días, hemos oscilado en períodos de alta o muy alta corrupción pública, y privada por supuesto, como bien lo ha afirmado Alfonso Quiroz en su libro Historia de la corrupción en el Perú. No se registran, lamentablemente períodos de baja o escasa corrupción.

Solo por mencionar a nuestros últimos presidentes, todos de este siglo, hoy tenemos a Alberto Fujimori (1990-2001) cumpliendo condena en la sede de la DIROES, a Alejandro Toledo (2001-2006) preso en una cárcel de máxima seguridad en California, EE.UU. en medio de un proceso de extradición, a Alan García (2006-2011) que se suicidó antes de ser detenido por supuestos actos de corrupción, a Ollanta Humala (2011-2016) que se encuentra con medidas restringidas luego de haber estado preso nueve meses y medio y a Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) con prisión domiciliaria.

A nivel de gobernadores regionales, solo por hablar de casos recientes porque son muchísimos, tenemos a Félix Moreno, ex-gobernador del Callao en dos períodos, sentenciado a 5 años de prisión efectiva (hoy prófugo); a César Álvarez, ex-gobernador de Ancash, también en dos períodos, condenado (por ahora porque tiene varios procesos pendientes) a 8 años y 3 meses de prisión efectiva; Vladimir Cerrón, gobernador de Junín, condenado a 4 años y 8 meses de prisión efectiva (hoy prófugo); Javier Atkins ex-gobernador de Piura, condenado a 4 años de prisión suspendida y Walter Aduviri, gobernador de Puno, condenado hace unos días a 6 años de prisión efectiva (hoy prófugo).

Hay otros gobernadores que han sido condenados anteriormente y otros que vienen siendo investigados, que sin duda terminarán purgando prisión como es el caso del gobernador de Arequipa, ese crápula sinvergüenza llamado Elmer Cáceres Lliclla, el Minimee de Evo Morales.

A nivel de alcaldes provinciales, solo por mencionar a nuestra ciudad capital ya que esto podría parecer la guía telefónica, está la ex-alcaldesa Susana Villarán, hoy con 18 meses de prisión preventiva y el ex-alcalde Luis Castañeda, con impedimento de salida del país pero pronto, es más que seguro ante las evidencias que aparecen, con prisión preventiva.

El denominador común, en la gran mayoría de los personajes antes nombrados es la CORRUPCIÓN.

Sí puedo imaginarme lo que sucede a nivel de alcaldías distritales, ministerios, organismos del estado y por supuesto muchísimas empresas privadas que negocian con el sector público y lo único que viene a mi mente es un gran nido de ratas, con el perdón de estos roedores.

Hace poco pregunté a un buen amigo que trabaja en una empresa de construcción si a raíz de todo este escándalo de Lava Jato y el Club de la Construcción las cosas habían cambiado. Lamento decirles que todo sigue igual. Me comentó que la empresa para la que él labora normalmente era subcontratada para trabajar, por ejemplo, pequeños tramos de una carretera.

A raíz de todo este escándalo, la empresa vio una oportunidad, decidió dar un paso adelante y se presentó como postor a una licitación. Cuál sería la sorpresa que a los pocos días varios grandotes miembros de este club comenzaron a llamarlos preguntando que por qué se presentaban. Se hizo la apertura de sobres, la oferta económica de la empresa para la que trabaja mi amigo fue la menor. ¿Saben qué pasó? La licitación fue anulada.

Ni el espacio ni el ánimo me dan para mencionar la podredumbre de nuestro pobre sistema judicial, menos el de nuestra policía.



¿Qué hacer? Yo estoy próximo a los 59 años, Dios no quiso que tuviera hijos, pero están las hijas de mi esposa, están mis sobrinos, están los hijos y nietos de mis amigos, están todos los niños del Perú. ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿Qué legado queremos dejarles a todos ellos? ¿Vamos a cruzarnos de brazos mientras seguimos viendo este cáncer de la corrupción pasar delante de nosotros?

Desde mi humilde tribuna solo puedo pedir que respetemos la ley, que no seamos permisivos con los que la incumplen, que nos indignemos, denunciemos y exijamos que se cumpla. Las leyes no están hechas para negociarlas o conversarlas, están para cumplirlas.

Indignémonos y denunciemos cuando veamos a esos malditos (sobre todo ellos) que ocupan indebidamente los parqueos para personas discapacitadas; a esos hijos de puta que invaden la berma en la autopista para adelantar, especialmente en verano; bajemosle las cuatro llantas a los imbéciles que parquean delante de nuestros garajes, invaden las veredas o bloquean el paso para personas discapacitadas. Llamemos la atención de esas porquerías que quieren meterse en la cola, a todos esos sinvergüenzas que no entregan factura, boleta o recibo por honorarios y se quejan de los servicios públicos.

Confieso que quisiera que exista la pena de muerte. Y si en mis manos estuviera, la aplicaría al que se pase una luz roja, al que tire un papel en la calle, al que contamine el ambiente, al que no entregue ni exija factura, al que robe un sol del erario público, al que abuse, sea de un niño, de una mujer o de un hombre; por supuesto a cualquiera que se le ocurra bloquear una pista, entre muchísimas tantas causales más. Estoy seguro que en poco tiempo viviríamos en un país más decente, ordenado y limpio. 

¡Reaccionemos! Algo tenemos que hacer, tenemos una gran responsabilidad y nos estamos quedando con los brazos cruzados, no le estamos entregando un mejor país a nuestros hijos.

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