CADENA DE ERRORES
En aviación, “cadena de errores” es un término acuñado para referirse a una secuencia de eventos que conducen a un accidente. Rara vez hay una única causa, más bien, hay una serie de factores que contribuyen a que el accidente se produzca.
Extrapolando este término a nuestra política nacional, a la situación de desastre en la que nos encontramos, con una economía destruida, con una epidemia que no ha podido ser controlada y que se expande día a día, y peor aún, con una absoluta pérdida de respeto a la autoridad, al borde del estallido social, cabría preguntarse, ¿dónde empezó la cadena de errores que nos ha llevado a esta situación?
Si nos remontamos al año 2015 podríamos afirmar que el primer error en esta desastrosa secuencia lo cometió Pedro Pablo Kuczynski al escoger a Martín Vizcarra como primer vicepresidente en su plancha presidencial. No es objeto de este artículo pero ya sabemos como Vizcarra y el .ex primer ministro César Villanueva, investigado por el presunto delito de tráfico de influencias, complotaron contra PPK de la mano del fujiaprismo, hasta lograr su renuncia.
Sin embargo y para efectos de este artículo me remontaré solamente al 30 de setiembre de 2019, cuando el presidente dispuso de manera antojadiza y controversial la disolución del Congreso de la República luego de haber considerado que este denegó fácticamente una cuestión de confianza planteada a nombre del Consejo de Ministros.
Es a partir de este hecho, por cierto aplaudido por muchos que ahora están calladitos, que empezó la caída de nuestro país por un despeñadero que no tiene donde parar. Acto seguido fue nombrar a Vicente Zeballos como primer ministro. Un inepto sin catadura moral que, como es público y reconocido por él mismo, se demoró 24 años en reconocer a su hija. Para los de memoria frágil, que lamentablemente parece que cada vez son más, Zeballos es el que proponía hace unos meses que Perú tenga una aerolínea estatal ya que "no se debe temer al Estado empresa" y tan solo hace unos días planteaba el impuesto a la riqueza.
Como presidente del Consejo de Ministros, este señor es en gran parte responsable de la conformación de su gabinete, el cual ya lo sabemos y está comprobado, está y ha estado integrado por mediocres, comunistas y corruptos, tal vez con la sola excepción de la ministra de Economía y Finanzas, María Antonieta Alva, que en verdad no sé qué espera para renunciar y alejarse de toda esa mediocridad.
En paralelo y parte de esa misma cadena de errores, estuvo la elección del nuevo Congreso, cortesía del presidente Vizcarra y producto de su incapacidad para lidiar con un Poder Legislativo hostil. Se creyó que peor que ese Congreso no podría haber ─siempre decimos lo mismo─, pero por lo que venimos viendo día a día, desde su instalación, tocó uno peor, en el cual, salvo algunos legisladores contados con los dedos de las manos, la gran mayoría son un montón de impresentables e ignorantes que también ponen su grano de arena para la destrucción del país a punta de medidas populistas como han sido la aprobación por insistencia de la ley que permite el retiro del 25% de los fondos de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), con un tope máximo de S/ 12,900 o aquella que suspende el cobro de peajes a nivel nacional y que seguramente generará muchas demandas al país en el CIADI. La polémica norma aprobada el último jueves, mediante la cual el Congreso toma el control de las declaraciones juradas de intereses de los parlamentarios a través de su Consejo Directivo los pinta de cuerpo entero.
Cambiamos Becerriles por Urrestis.
Este Congreso, instalado el 16 de marzo, hace casi dos meses, no tiene una hoja de ruta definida, no ha terminado de instalar sus comisiones, menos aún la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, a pesar de las denuncias existentes y tampoco ha puesto fecha para que el primer ministro solicite la cuestión de confianza, plazo vencido hace ya bastante tiempo.
Como bien decía hace unos días el amigo Alfonso Baella, se trata de un Congreso "silente", a lo que yo agregaría, dañino, inservible, improductivo y por supuesto corrupto.
La cereza de la torta en toda esta cadena de errores ha sido sin duda el pésimo y lamentable manejo que ha hecho el gobierno con esta pandemia. Ya estamos en la novena de diez semanas de confinamiento ─no sabemos cuántas más podrán haber─ y la cifra de infectados y muertos sigue aumentando. Vemos a países vecinos como Colombia, Chile, Bolivia e inclusive Ecuador que ya empezaron a reiniciar sus actividades, mientras aquí vamos de mal en peor. Un estudio publicado recientemente indica que Perú figura entre los países rezagados en la lucha contra el COVID-19.
Tuvieron que pasar más de 50 días de encierro sin resultados para que el gobierno recién se diera cuenta que al reducir los horarios de circulación, provocó las aglomeraciones y contagios de gente en agencias bancarias, oficinas de AFPs y mercados. Sin embargo todavía no se da cuenta, o no quiere entenderlo, que en este país hay un 70% de informalidad y que no puede estar dando disposiciones para una pequeña minoría, que es lo que ha venido haciendo.
Es tan lamentable el desempeño del gobierno que hasta el programa "Martín al Mediodía" que se transmitía todos los días, ahora solo se ve dos o tres veces por semana. Claro, ya no saben qué mentiras decirnos y lo único que les queda es echarle la culpa a la población "desobediente" que está hambrienta y necesita trabajar. Ojo que no defiendo a toda esa población irresponsable e ignorante que sale a la calle haciendo caso omiso de las normas establecidas.
Las últimas medidas, referidas a los protocolos de salubridad y seguridad, como por ejemplo que las personas mayores de 65 años (inicialmente fue 60 años), o aquellas que tengan enfermedades crónicas o la más ridícula, que las personas con un IMC mayor a 40 (inicialmente fue 30), no puedan ir a sus centros de trabajo hasta el fin de la pandemia. O las tremendas dificultades que le han puesto a los restaurantes para volver a operar bajo la modalidad de delivery o take-out. Y la última, un día dictan la obligatoriedad del uso de guantes y al día siguiente se desdicen.y decretan que ya no es de uso obligatorio. Esto no hace más que desnudar el nivel de estupidez e ignorancia de nuestra burocracia, que como repito, sigue dando disposiciones para una pequeña minoría de la población.
¿En qué momento terminará todo este desastre? Nadie lo sabe y desgraciadamente el panorama no es nada auspicioso. Y ya que no podemos confiar en nuestro sistema judicial, será la historia la que se encargue de determinar el lugar que le corresponda al presidente Vizcarra y sus cómplices.
Como presidente del Consejo de Ministros, este señor es en gran parte responsable de la conformación de su gabinete, el cual ya lo sabemos y está comprobado, está y ha estado integrado por mediocres, comunistas y corruptos, tal vez con la sola excepción de la ministra de Economía y Finanzas, María Antonieta Alva, que en verdad no sé qué espera para renunciar y alejarse de toda esa mediocridad.
En paralelo y parte de esa misma cadena de errores, estuvo la elección del nuevo Congreso, cortesía del presidente Vizcarra y producto de su incapacidad para lidiar con un Poder Legislativo hostil. Se creyó que peor que ese Congreso no podría haber ─siempre decimos lo mismo─, pero por lo que venimos viendo día a día, desde su instalación, tocó uno peor, en el cual, salvo algunos legisladores contados con los dedos de las manos, la gran mayoría son un montón de impresentables e ignorantes que también ponen su grano de arena para la destrucción del país a punta de medidas populistas como han sido la aprobación por insistencia de la ley que permite el retiro del 25% de los fondos de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), con un tope máximo de S/ 12,900 o aquella que suspende el cobro de peajes a nivel nacional y que seguramente generará muchas demandas al país en el CIADI. La polémica norma aprobada el último jueves, mediante la cual el Congreso toma el control de las declaraciones juradas de intereses de los parlamentarios a través de su Consejo Directivo los pinta de cuerpo entero.
Cambiamos Becerriles por Urrestis.
Este Congreso, instalado el 16 de marzo, hace casi dos meses, no tiene una hoja de ruta definida, no ha terminado de instalar sus comisiones, menos aún la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, a pesar de las denuncias existentes y tampoco ha puesto fecha para que el primer ministro solicite la cuestión de confianza, plazo vencido hace ya bastante tiempo.
Como bien decía hace unos días el amigo Alfonso Baella, se trata de un Congreso "silente", a lo que yo agregaría, dañino, inservible, improductivo y por supuesto corrupto.
La cereza de la torta en toda esta cadena de errores ha sido sin duda el pésimo y lamentable manejo que ha hecho el gobierno con esta pandemia. Ya estamos en la novena de diez semanas de confinamiento ─no sabemos cuántas más podrán haber─ y la cifra de infectados y muertos sigue aumentando. Vemos a países vecinos como Colombia, Chile, Bolivia e inclusive Ecuador que ya empezaron a reiniciar sus actividades, mientras aquí vamos de mal en peor. Un estudio publicado recientemente indica que Perú figura entre los países rezagados en la lucha contra el COVID-19.
Tuvieron que pasar más de 50 días de encierro sin resultados para que el gobierno recién se diera cuenta que al reducir los horarios de circulación, provocó las aglomeraciones y contagios de gente en agencias bancarias, oficinas de AFPs y mercados. Sin embargo todavía no se da cuenta, o no quiere entenderlo, que en este país hay un 70% de informalidad y que no puede estar dando disposiciones para una pequeña minoría, que es lo que ha venido haciendo.
Es tan lamentable el desempeño del gobierno que hasta el programa "Martín al Mediodía" que se transmitía todos los días, ahora solo se ve dos o tres veces por semana. Claro, ya no saben qué mentiras decirnos y lo único que les queda es echarle la culpa a la población "desobediente" que está hambrienta y necesita trabajar. Ojo que no defiendo a toda esa población irresponsable e ignorante que sale a la calle haciendo caso omiso de las normas establecidas.
Las últimas medidas, referidas a los protocolos de salubridad y seguridad, como por ejemplo que las personas mayores de 65 años (inicialmente fue 60 años), o aquellas que tengan enfermedades crónicas o la más ridícula, que las personas con un IMC mayor a 40 (inicialmente fue 30), no puedan ir a sus centros de trabajo hasta el fin de la pandemia. O las tremendas dificultades que le han puesto a los restaurantes para volver a operar bajo la modalidad de delivery o take-out. Y la última, un día dictan la obligatoriedad del uso de guantes y al día siguiente se desdicen.y decretan que ya no es de uso obligatorio. Esto no hace más que desnudar el nivel de estupidez e ignorancia de nuestra burocracia, que como repito, sigue dando disposiciones para una pequeña minoría de la población.
¿En qué momento terminará todo este desastre? Nadie lo sabe y desgraciadamente el panorama no es nada auspicioso. Y ya que no podemos confiar en nuestro sistema judicial, será la historia la que se encargue de determinar el lugar que le corresponda al presidente Vizcarra y sus cómplices.