EL GOBIERNO DE LA OCLOCRACIA
Reconozco que fue hace poco tiempo que escuché por primera vez el término "oclocracia", muy mencionado en nuestro país las últimas semanas, así que consulté en Google y lo primero que me apareció fue "Según el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) en su Vindiciae Gallicae, la oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo". Me quedó tan claro que ni siquiera tuve que recurrir a Wikipedia.
Qué clara definición y que bien explica el caos que venimos viviendo, es decir, el desorden y confusión absolutos en el que nos encontramos actualmente.
Hace unos días leía la columna de Roberto Abusada en El Comercio, titulada "¿De estrella latinoamericana a país fallido?" Y coincido plenamente con el cuando menciona que la situación actual se originó en el las elecciones de 2016 "cuando el gobierno y la oposición fallaron miserablemente en acordar un mínimo de cooperación". Y lo que pudieron ser cinco años de crecimiento y desarrollo, tal vez los mejores de nuestra historia reciente, terminaron siendo los peores y que nos han llevado a la absurda situación en la que nos encontramos.
Un PPK terco, que según dicen no sabe escuchar y un Congreso dominado por un fujimorismo excesivamente agresivo, convencido de que le habían robado la elección presidencial; luego las interpelaciones a ministros, los intentos de vacancia, la traición de Vizcarra, la renuncia de PPK, un referéndum estúpido que eliminó la reelección de congresistas así como la posiilidad de un Senado tan necesario. El posterior cierre del Congreso porque el expresidente Vizcarra había considerado que se le había negado la confianza de manera "fáctica", cosa que no existe en nuestra Constitución pero que fue avalado por 4 votos contra 3 por el Tribunal Constitucional.
Posteriormente fue la elección del nuevo Congreso, plagado de novatos, de delincuentes, de investigados e indeseables, donde insisto una vez más, solo rescataría a cinco representantes como mucho.
Y ahí están los proyectos de ley o leyes demagógicas y populistas para destruir a la SUNEDU, la que suspendió el cobro de peajes (ya anulada por el TC), el que pretende fijar las tasas de interés y suspender el pago de deudas, el que pretende crear doce universidades, aquella por la cual el Congreso toma el control de las declaraciones juradas de intereses de los parlamentarios a través de su Consejo Directivo y finalmente, para no extenderme, la devolución de los aportes a la ONP hasta por una UIT y la que está trabajando la comisión que preside la señora Carmen Omonte que está promoviendo la destrucción de nuestro sistema previsional, entre otras muchas barbaridades.
Pero quien a hierro mata, a hierro muere y el expresidente Vizcarra fue constitucionalmente vacado por incapacidad moral permanente tras la seguidilla de acusaciones y testimonios en su contra de cuando fue gobernador de Moquegua, sumado al caso Richard Swing.
Hay un grupo, tal vez mayoritario, que dice que Vizcarra debió terminar su mandato y después ser investigado, juzgado y seguramente sentenciado. Hay otro grupo que creemos que las personas que ejercen cargos públicos deben ser intachables y sobre las que no debe haber una sombra de duda acerca de su integridad y capacidad moral. Y por eso para mi fue bien vacado por el Congreso que él mismo promovió. Usted, estimado lector, ¿en una noche fría y lluviosa permitiría que un ladrón se quede en su casa hasta que esta amaine?
Y constitucionalmente también, a quien le tocó encargarse de la presidencia, a falta de vicepresidentes, fue al señor Manuel Merino, presidente del Congreso en ese momento. El señor Merino juramentó, rápidamente formó su Consejo de Ministros presidido por Ántero Flores Aráoz, un político decente y con mucha experiencia.
¿Qué pasó entonces? ¿Qué fue lo inconstitucional? Manuel Merino podrá ser poco simpático pero, ¿es eso requisito para ejercer o encargarse de la presidencia?
¿Qué fue lo que impulsó a los jóvenes a salir a protestar? ¿Querían la permanencia del cuestionado Vizcarra? ¿Sentían que Merino no los representaba? Yo tampoco sentía que me representaba, como muchos congresistas a los que alguna vez les he escrito pero nunca responden. Pero respeto la constitución.
¿O sería que había toda una organización promovida por el Movadef y ONGs de izquierda que tenían todo esto bien planificado?
Y claro, lo que era una inexplicale protesta pacífica terminó en violencia gracias a los infiltrados comunistas, con el resultado de dos "héroes" muertos, ambos con antecedentes penales. Las causas de las muertes aún están en investigación.
Luego vino la censura a la Mesa Directiva del Congreso y por ende la renuncia de Manuel Merino. La candidata a presidir el Congreso y en consecuencia a ejercer la presidencia fue inicialmente la señora Rocío Silva-Santisteban.
La gran paradoja, los peruanos en el 2016 elegimos por un gobierno de derecha, sea el de PPK o el de Keiko Fujimori, pero estuvimos a punto de tener a una comunista radical ejerciendo la presidencia hasta el 28 de julio. Mi gran satisfacción es que esta comunista no ganó ni siquiera con lista única.
Y es ahí que aparece este lobo disfrazado de cordero: Francisco Sagasti, el hombre del pañuelito. Un intelectual muy bien preparado, una persona muy ponderada y sin duda uno de los cinco buenos congresistas que he mencionado antes por su mesura, si lo comparamos con el montón de burros ineptos que habitan en el Congreso, pagados por nosotros.
Este señor, izquierdista moderado, pero izquierdista finalmente, aceptó ejercer la presidencia hasta el 28 de julio. Ha recibido un país fracturado políticamente, con un Congreso desbocado por el populismo y la demagogia; en medio de una de las peores crisis económicas que hayamos tenido y en medio de una pandemia que no tiene cuando acabar. El se convirtió en el capitán de una embarcación que hace agua por todos lados, con una tripulación mermada, a la que lo único que debe hacer es llevarla a buen puerto. Es decir, y como el lo afirmó, asegurar unas elecciones limpias, buscar la reactivación de la economía, controlar la pandemia y reconstruir la confianza. Nada más.
Pero no. Luego de conformar su equipo ministerial, muy modesto o mediocre a mi modo de ver, tal vez con la excepción del ministro de Economía, el señor Waldo Mendoza, procedió a dar de baja a 18 generales de la Policía Nacional del Perú para nombrar al general PNP César Augusto Cervantes Cárdenas como nuevo comandante general de la Policía Nacional. Lo cual por supuesto generó una nueva crisis, un nuevo hoyo en nuestra embarcación y que hizo que en pocos días hayamos tenido a tres ministros de Interior. Felicito la valentía de Pepe Elice al aceptar el gran reto de asumir este ministerio en un momento tan complicado y el Perú espera que se comporte a la altura.
Y con unas fuerzas policiales mal tratadas, desmotivadas y que siempre terminan siendo denunciadas por hacer su trabajo, se reinició la deconstrucción, es decir, la toma de carreteras en Ica y Trujillo que provocaron la derogatoria inmediata de la Ley de Promoción Agraria que tantos beneficios trajo al agro, al agricultor y al Perú en general. Luego vinieron los bloqueos en Las Bambas, en La Oroya, la zona de Pucusana, promovida por un miserable congresista de Acción Popular que ha logrado legalizar a los colectiveros informales y recientemente el bloqueo de la vía férrea a Machu Picchu. Todo esto, por supuesto, en pleno estado de emergencia.
Si nos organizamos, con la ayuda de los señores moraditos Gino Costa, Alberto de Belaunde, Daniel Olivares y de los alumnos de la PUCP, que reemplazaron a los comunistas de La Cantuta, mañana tomemos la avenida Javier Prado para exigir la eliminación del impuesto predial o el impuesto a la renta. Eso es oclocracia.
Para terminar, porque es un artículo extenso, invoco al señor Sagasti, un moradito más, a ejercer la presidencia y la autoridad que le ha sido encargada, como es debido y como el ofreció. Y que ponga mano dura donde corresponda. Menos pañuelitos y más barro en los zapatos.
Lamentablemente, la única constante en estos cinco años, sino más, es que los actores políticos pensaron solo en sus intereses personales, menos en el Perú. Con algunas honrosas excepciones.