NUNCA OLVIDEMOS LA HISTORIA
Tengo 60 años, 40 vividos en el siglo XX y el resto en este. Recuerdo perfectamente aquel 3 de octubre de 1968. Temprano en la mañana, esperaba al ómnibus 7 del colegio SS.CC. La Recoleta en la esquina de la Av. Armendáriz con la calle Las Acacias, en Miraflores, cuando en eso apareció Jorge, mi compañero del paradero gritando ¡Golpe, golpe de estado!, ¡Sacaron a Belaúnde de Palacio! ¡Suspendieron las clases, no hay colegio!
No había cumplido los ocho años y fue la primera vez que escuché el término "Golpe de estado". En mi ingenuidad o corta edad, no tenía idea de lo que ello significaba.
En mi casa se hablaba mucho de política y a raíz de la llegada a la Luna de la misión norteamericana en junio de 1969, me convertí en un devorador de noticias. Es ahí donde empecé a escuchar de cosas que no terminaba de entender, como la reforma agraria, la estatización de la pesca, la toma de la prensa, la comunidad industrial y un gran etcétera que mandaron a nuestro país por la borda.
El 29 de agosto de 1975, con 14 años yo, cae Juan Velasco Alvarado golpeado por el general Francisco Morales Bermúdez. Esa noche yo estaba en la terraza del aeropuerto Jorge Chávez esperando a mi abuela que regresaba de Buenos Aires. En el mismo vuelo venía el general Javier Tantalean Vanini, nefasto ministro de la dictadura velasquista, quien fue detenido al pie de las escaleras del avión.
Con Morales Bermúdez vinieron tiempos algo mejores. Supo rodearse de buenos ministros como Javier Silva Ruete en Economía y Finanzas y en el Banco Central de Reserva estaba Manuel Moreyra Loredo, ambos que en paz descansen. El precio de los minerales estaba al alza.
La dictadura militar, sin embargo, nos dejó la Constitución de 1979, que recogía muchos de los preceptos de la "revolución".
Con el retorno a la democracia, en 1980, también llegó el terrorismo de Sendero Luminoso y el del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru).
La de los 80, fue tal vez la peor década que los peruanos que estamos vivos, hemos podido pasar: Un segundo gobierno muy mediocre de Fernando Belaunde y el desastroso primer gobierno de Alan García, marcado por la hiperinflación, la escasez, las colas para conseguir algún producto básico como arroz, aceite, azúcar, gas. Y el terrorismo.
Terrorismo asesino que causó la muerte de decenas de miles de personas, coches bomba, voladura de torres de alta tensión que dejaban a las ciudades sin algo tan básico como es la energía eléctrica. Terrorismo que produjo miedo porque sentíamos temor de salir de nuestras casas, de ir a un restaurante, a un centro comercial o un cine.
Obviamente, los "jóvenes del Bicentenario", ese montón de "pulpines" y "ninis", para quienes ser izquierdista es lo "cool", no tiene la menor idea de lo que vivimos en esos tiempos. Ellos son gran parte, no los únicos, de lo que hoy llamamos "cojudignos".
En 1990 llegó a la presidencia Alberto Fujimori, derrotando en segunda vuelta al hoy premio Nóbel, Mario Vargas Llosa, quien surge en la política con el movimiento Libertad y Democracia, a raíz del fallido proyecto del joven Alan García, de estatizar la banca privada. El Ing. Fujimori, sorprendió a todos los que votamos por la otra opción: Se rodeó de gente de primer nivel como Juan Carlos Hurtado Miller, Carlos Boloña, Jorge Camet, diplomáticos de carrera destacados, entre otros muchos, desconocidos inclusive.
Tuvimos el autogolpe del 5 de abril de 1992 que propició la Constitución de 1993, aprobada en referéndum. El Perú superó la hiperinflación, la economía se estabilizó, se privatizaron muchas empresas ineficientes, se promovió la inversión local y extranjera. Se capturó a Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso y se acabó con el terrorismo. Finalmente se cerró el problema limítrofe con Ecuador. Fueron casi diez años virtuosos que lamentablemente terminaron por la vacancia de Fujimori por incapacidad moral debido a otros hechos, lamentables por cierto y que determinarían su posterior condena a prisión.
Luego vinieron los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski, que básicamente mantuvieron el pie en el acelerador, sin profundizar o iniciar ninguna de las tantas reformas necesarias. Con ellos también llegaron los destapes del escándalo Lava Jato, Odebrecht, OAS, Camargo Correa, Andrade Gutiérrez, etc.
Los expresidentes nombrados en el párrafo anterior se encuentran actualmente investigados, con medidas de restricción, con prisión domiciliaria. Alan García prefirió suicidarse antes de que fuera detenido por orden de la Fiscalía.
Por traición a Kuczynski, como no podía ser de otra manera, llegó al poder el lagarto Martín Vizcarra, la basura más grande de nuestra era republicana, un ser despreciable, acompañado de las porquerías que trajo mientras fue gobernador de Moquegua; a otros como César Villanueva y Daniel Salaverry, y a la gente del Partido Morado, que no es más que un colectivo de caviares, de la comunidad LGBT —a quienes respeto, pero no como movimiento político—, de abortistas y de mariguaneros.
Junto con esa escoria, llegó la pandemia y ya sabemos cómo la manejaron. Fuimos el país con mayor índice de muertes por millón de habitantes y el que más destruyó su economía. Finalmente, Vizcarra fue vacado por incapacidad moral —no era para menos y si fuera por mí, lo mandaría a ahorcar—. Y luego el efímero y absolutamente constitucional período del señor Manuel Merino, con un Consejo de ministros envidiable, quien fue, prácticamente forzado u obligado a renunciar, gracias a nuestros "cojudignos", referenciados más arriba.
Asumió la presidencia Francisco Sagasti, un caviar "don nadie". Su actitud cobarde, su egocentrismo y su falta de valores para enfrentar un cargo de tal relevancia, en la que no hizo absolutamente nada, porque habría que ser ingenuo para creer que fue el héroe de las vacunas, salvo permitir pasar el más grande fraude electoral del que yo tenga conocimiento.
Gracias al lagarto Martín Vizcarra, —no olvidemos a su peón Salvador Del Solar—, a Francisco Sagasti, al Partido Morado y al mal nacido Daniel Salaverry, entre otros, es que hemos llegado a esta situación.
Gracias a ellos es que nuestro Perú se encuentra cayendo por un precipicio. Por supuesto no puedo dejar de mencionar el rol obstruccionista y destructor que jugó el fujimorismo contra el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Y obviamente a los "cojudignos".
Reitero, gracias a ellos, nuestro país ha sido entregado a una banda de criminales comunistas, chavistas, senderistas e incapaces que, rápidamente se están repartiendo los puestos de la administración pública para levantarse el país e imponer sus ideas totalitarias: ¿Perúzuela a la vista?
Volvemos a los años de Velasco: Dios nos ayude, aunque parece que no quiere hacerlo. Obvio, el Papa Francisco está con toda esa calaña.